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18-04-2019 - OPINIÓN
Nunca más al neoliberalismo

Por Enrique Minervino.

Las dictaduras militares del continente surgieron para imponer los planes económicos de las corporaciones dominantes que, como no podían llegar al poder democráticamente, utilizaron a las Fuerzas Armadas de cada país para hacerlo. La misión de estas fuerzas es defender a las naciones a las que pertenecen de los ataques de potencias extranjeras, y no actuar como lo hicieron históricamente al servicio del poder económico y las oligarquías locales.
Así ocurrió con todos los procesos militares en nuestro país, especialmente con la última dictadura, que, de la mano Videla y compañía, llevaron adelante por primera vez, de manera explícita, un plan económico neoliberal ejecutado por el entonces ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz, hijo de uno de los fundadores de la Sociedad Rural Argentina.
Ese programa económico fue el que elevó la deuda externa de 7.000 a 42.000 millones de dólares en siete años, endeudamiento que fue acompañado por una escandalosa fuga de capitales, los cuales aparecieron en cuentas de argentinos en el exterior. También fue el que bajó los salarios un 40% en cuatro años, abrió las importaciones -generando el ingreso de una avalancha de productos baratos del exterior- y promovió la especulación financiera para que los capitales especulativos se llevaran ganancias exorbitantes gracias a las altas tasas de interés. Este combo terminó destruyendo la industria nacional y aumentando drásticamente la desocupación. Cualquier similitud con la actualidad, no es pura coincidencia, es la aplicación del mismo y perverso plan neoliberal.
Durante la dictadura se beneficiaron muy pocos sectores, entre ellos, el grupo Macri, que pasó de tener siete empresas, en 1976, a cuarenta y siete, en 1983. Porque fue uno de los artífices de la llamada “patria contratista”, que se enriqueció a costa del Estado. Por si fuera poco, el director del Banco Central, Domingo Cavallo, estatizó la deuda externa privada en 1982, beneficiando al grupo que se salvó de pagar la friolera de $264 millones de dólares que debían sus empresas Fiat, Sevel, Socma y Sideco. En los años posteriores, la familia Macri, lejos de devolver esa plata al Estado, siguió haciendo fortunas. Entre otras cosas, vaciando el Correo Argentino y evadiendo el pago del canon por su concesión en los años ’90, de lo cual surge la deuda de $70 millones que el grupo tiene con el Estado argentino, y que, vergonzosamente, Mauricio se quiso condonar siendo Presidente. Así se convirtieron en una de las familias más ricas del país. Después, algunos dicen que Macri, “como es rico, no va a robar”.
Hoy, otra vez nos gobierna la misma derecha, sólo que lo hace de la mano de “Cambiemos”, que es su expresión política. Esta vez, no necesitaron de un Gobierno surgido de la ilegitimidad para llevar adelante su plan económico. Llegaron al poder a través de elecciones, con el triunfo de una alianza integrada por el partido vecinal de ultraderecha, el PRO, acompañado por un partido de origen popular como la UCR, que entregó su tradición nacional y popular a los perros para servir a los intereses de la oligarquía y las corporaciones. Pero el plan que aplican es el mismo.
Al igual que en la dictadura, hoy, con el Gobierno de Macri, asistimos a devaluaciones constantes; tasas de interés por las nubes; ajustes en todas las áreas; vuelta al FMI; apertura de importaciones; cierre de industrias, Pymes y comercios; despidos, etcétera. Vemos también un crecimiento de la deuda externa a niveles astronómicos, que será imposible de pagar para cualquier Gobierno que asuma en 2019, incluso para el mismo “Cambiemos”, si es que logra la reelección.
El Presidente justifica la aplicación de este plan diciendo que es “el único camino”. Obviamente es una mentira, porque es el camino de la derecha, el que eligió “Cambiemos”. Y son los sectores de la economía más concentrados y la más rancia oligarquía quienes se benefician, mientras el pueblo y los sectores productivos se postergan y empobrecen.
La dictadura necesitó hacer desaparecer a 30.000 personas para implementar este plan. Diezmaron a una generación entera de militantes políticos, sindicalistas, estudiantes, trabajadores, periodistas, artistas y todo aquel que fuera un obstáculo para su aplicación. Hoy recurren a la represión ya vista en varias manifestaciones, pero también a otros métodos más sofisticados para perseguir a opositores, encarcelarlos y censurar a los medios críticos. Por eso montaron una red de espionaje y extorsión llevados adelante por una obscena asociación ilícita compuesta por periodistas como Daniel Santoro y otros; y un sector corrupto del Poder Judicial, con Bonadío y Stornelli como principales figuras.
Las circunstancias son absolutamente diferentes, pero la política económica de aquella sangrienta dictadura, como la de este Gobierno, son exactamente las mismas. La misma que va a seguir enriqueciendo a unos pocos sectores del poder económico concentrado y empobreciendo a la inmensa mayoría de los argentinos.
Las políticas neoliberales socavan las bases de los países donde se aplican, como ocurrió en su momento en España, Grecia y Brasil, entre otros países. Ahora es el turno nuevamente de Argentina. No podemos permitirlo. Por eso, así como le dijimos “nunca más” a la dictadura, digámosle “nunca más” al neoliberalismo.








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