17-10-2019 - OPINIÓN La incertidumbre y el zapato Por Enrique Minervino.
En nuestra región es cada vez más frecuente el cierre de comercios, fábricas y pymes, lo cual no escapa a la situación general del país, donde se repite este mismo estado de cosas desde que “Cambiemos” está en el poder. Esto trae como consecuencia que cada vez sea mayor el número de empleados desocupados que no encuentran la forma de reinsertarse en el mercado laboral.
En Lincoln, el reciente conflicto con los veintiún empleados de la fábrica de la planta de “SanCor” puso de manifiesto la crudeza de esta situación, más allá de que todavía no hay una definición sobre lo que ocurrirá con ellos, tras la nueva conciliación voluntaria.
El caso de “SanCor” se une a otros cierres de negocios linqueños, algunos emblemáticos, como el tradicional bar “Ocio” y la fábrica de pastas “La Nonna”, y otros negocios que no han podido sobrevivir a la difícil situación económica que estamos padeciendo y han cerrado sus puertas. Alguno me dirá, con razón, que otros han abierto, y es verdad. Pero el balance, sin dudas, arroja que son muchos más los cierres que las aperturas.
En Junín, la cuestión es tanto o más difícil. Hace unos días cerró el café “Cognini”, ícono de la principal arteria juninense, donde, más de una vez, hemos ido a pasar un rato allí mientras esperábamos que abran los negocios, o simplemente a disfrutar de un café, algún postre o un exquisito helado. Ya no podrá ser. “Cognini” cerró sus puertas, lo cual se suma a la gran cantidad de locales que tienen el cartel “se alquila” en esa misma calle y que no han podido afrontar los efectos de la crisis ocasionada por las políticas económicas del macrismo.
Si hablamos de Junín, la fábrica de fideos “Don Antonio” es una tradicional empresa de la ciudad que no ha podido sobrevivir a las políticas macristas, por lo cual cerró sus puertas por las dificultades financieras que tuvo que atravesar durante estos últimos tres años. La empresa de pastas, con una trayectoria de más de 100 años, entró en mora con la AFIP, lo que terminó provocando su asfixia financiera y su posterior cierre. Más de 100 empleados quedaron sin trabajo con su cierre.
Las empresas de venta de electrodomésticos, como “Musimundo” y otras, no escapan a la crisis. En el 2018, esta casa había cerrado las sucursales de Mercedes, Saladillo, Pehuajó, Bragado, Chivilcoy y Trenque Lauquen, en la provincia de Buenos Aires; y otras en el resto del país. La situación de “Musimundo” se ha agravado por estas horas, ya que, luego de haber cerrado cincuenta locales en todo el país, ahora tampoco está pagando salarios ni indemnizaciones pactadas con sus ex empleados. Además acumula una deuda de $1.500 millones con los bancos y tiene cheques rechazados por $26 millones. Una situación insostenible que nos lleva a pensar que es un milagro que aún permanezcan abiertas las sucursales de Lincoln y Junín, donde también la caída en las ventas es constante. Los locales vacíos, tanto de esa firma como de otras casas del rubro, constituyen una postal, a diferencia de lo que ocurría hace cuatro años atrás, cuando todos los centros comerciales de la “línea blanca”, estaban repletos de gente.
En Junín debemos sumar los casos de otras empresas, como el de “Induspol Aislaciones e “Induspolímeros SA”, que suspendió en el 2018 a la totalidad de sus empleados, obreros y administrativos; o el de “Plásticas Martínez”, que despidió a sus empleados a raíz de la baja en la producción por la caída de ventas y por el impagable costo de la energía debido a los tarifazos aplicados por el gobierno. También está el caso de la empresa procesadora de biodiesel, “BioBin SA”, que no escapó a la crisis y en septiembre cerró sus puertas, dejando sin trabajo a cincuenta trabajadores de su planta de Junín.
Según lo expresan sus propietarios, la grave situación económica y financiera que atraviesa la industria, hace imposible producir biodiesel, por lo cual se vieron obligados a tomar esta medida, que también repitieron en la planta que la empresa tiene en Bahía Blanca.
Seguramente habrá muchas empresas más en Lincoln y en Junín que quedan afuera de esta enumeración que no pretende ser completa, pero sí ilustrativa de la situación social y económica de crisis por la que atraviesan nuestra región y nuestro país.
Lo que esto demuestra es que estamos ante una fenomenal caída de la actividad industrial, que lleva más de un año de baja consecutiva. Es indudable que, durante este período, hubo un verdadero “industricidio”, a partir de la apertura indiscriminada de importaciones, los tarifazos impagables por la irresponsable dolarización de las tarifas, las altísimas tasas de interés, la destrucción del mercado interno, las sucesivas devaluaciones y la consecuente baja del poder adquisitivo de los argentinos. Con este combo fatídico es imposible que cualquier comercio o industria sea capaz de sobrevivir.
A decir verdad, el gobierno de “Cambiemos” predijo esto cuando el ex ministro de Economía, Alfonso Prat Gay, por los inicios del mandato de Macri, les advirtió a los sindicatos: “Cada sindicato sabrá dónde le aprieta el zapato y hasta qué punto puede arriesgar empleos a cambio de salarios”. Muy claro diciendo que la pérdida de empleos se venía inexorablemente. Y también el ex ministro de Educación, Esteban Bullrich, dijo algo que es muy importante y descriptivo de lo que pasó y que quizás muchos no le dieron importancia en su momento. Pero el propietario de una extensa porción de campo en Agustina (que tiene continuas quejas por malas prácticas agrícolas por el uso del glifosato en fumigaciones a metros de viviendas particulares) dejó bien claros sus objetivos como ministro de Educación. “El problema es que nosotros tenemos que educar a los niños y niñas del sistema educativo argentino para que hagan dos cosas: o sean los que crean esos empleos, que le aportan al mundo esos empleos, generan, que crean empleos… crear Marcos Galperín (fundador de Mercado Libre) o crear argentinos que sean capaces de vivir en la incertidumbre y disfrutarla”, expresó.
Sería bueno preguntarle al irresponsable y pésimo ex ministro de Educación de “Cambiemos”, que fue Esteban Bullrich, si cree que los veintiún empleados de “SanCor” disfrutan su presente de incertidumbre; o si piensa que los empleados de “Musimundo” disfrutan ante la incertidumbre que puedan quedar sin trabajo, o si cree que los trabajadores de “La Nonna” disfrutaron cuando se encontraron con el local cerrado y sin trabajo. No se puede ser tan cruel y, a la vez, tan deplorable funcionario, que cree que la educación es educar para la incertidumbre. Eso sólo demuestra los ruines propósitos del neoliberalismo y su objetivo de convertir a la educación en un instrumento funcional a su plan económico de exclusión y miseria.
Más allá de lo que se pueda decir para describir este período de desastre económico provocado por el gobierno cambiemita en sólo tres años, las frases de Prat Gay con su metáfora del zapato y el “disfrute” de la incertidumbre que propone el insólito ex ministro de Educación Bullrich, son, para quien escribe estas líneas, la mejor descripción de lo que vendría y que finalmente vino: la pérdida del empleo y la exclusión de millones de argentinos. En eso, Alfonso y Esteban no mintieron.
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